jueves, 21 de octubre de 2021

EL CARNAVAL Y LA NAVIDAD


El Carnaval y la Navidad tienen su origen en las Saturnalia romanas, aunque se encuentran vestigios anteriores en diferentes culturas de la antigüedad. Los orígenes de la festividad del Carnaval se remontan a la Sumeria y el Egipto antiguos, hace más de 5.000 años, con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió la costumbre por Europa, siendo llevada a América por los navegantes españoles y portugueses a partir de fines del siglo XV. Los orígenes de esta fiesta se encuentran en los antiguos ritos que se celebraban en honor al invierno.
 

 

Al principio las fechas del Carnaval coincidían con la Navidad actual, pero la Iglesia católica trasladó la fecha al Miércoles de Ceniza, que marca el inicio de la Cuaresma (40 días sin poder comer carne). El término carnaval proviene del latín carnem levare (‘quitar la carne’), como despedida de la carne los días anteriores a la Cuaresma.
 

 

A partir del siglo IV la Iglesia Católica tomó el control de la mayor parte de las celebraciones paganas, anulándolas y/o reconvirtiéndolas en fiestas religiosas, entre ellas las Saturnalia. Con ello se reubicaron las grandes fiestas de la Iglesia, como la Semana Santa: Constantino I en el 325 estableció que el Domingo de Resurrección sería el domingo siguiente a la primera Luna llena de la primavera.

 

En el siglo II a.C. a mediados de diciembre, durante una semana, tras la finalización de los trabajos del campo, se realizaban las celebraciones paganas Saturnalia en honor a Saturno, dios de la agricultura y las cosechas, en las que se festejaba la finalización del período más oscuro del año y el inicio de la luz, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de invierno). Festejaban la finalización de las labores del campo tras la conclusión de la siembra del otoño y la espera hasta el momento de la recogida.
 

 

La festividad del solsticio de invierno, en la que se celebraba el nacimiento del dios Sol Inuictus (momento en que se alza cada vez más alto y durante más tiempo), tomó gran importancia en el mundo romano en los siglos II y III. El emperador Aureliano oficializó el 25 de diciembre como el nacimiento del dios Sol Inuictus (identificado con Apolo), celebrándose a partir de entonces una gran fiesta.
 

 

Toda Roma adoraba al dios Sol Inuictus, excepto los cristianos. Pero el Cristianismo fue creciendo a lo largo del siglo IV y muchos romanos veían en Cristo una forma más de venerar al Sol Inuictus. Entonces, los cristianos empezaron a celebrar el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre y a identificar a Jesucristo con el Sol para ganar adeptos entre los paganos. Un ejemplo de esta estrategia es la representación de Cristo montado en el carro del Sol y con una corona de rayos.
 

 

Eran unas fiestas de alegría incontenible y de relajación de las rígidas costumbres: banquetes, bailes, borracheras e intercambio de regalos entre familiares y amigos; se cerraban los negocios, los niños no iban a las escuelas, la administración se paralizaba; los obreros, los soldados y los esclavos descansaban y disfrutaban de la fiesta; incluso los criminales, puesto que no estaba permitido condenar a nadie mientras duraba la fiesta; además, durante estos días se legalizaban las apuestas y los juegos de azar en plena calle.
 

 

Los festejos comenzaban con un sacrificio en el templo de Saturno, seguido de un banquete público al que estaba invitado todo el mundo. Saturno se asociaba al dios prehelénico Crono, que gobernaba la Tierra cuando los hombres vivían felices sin separaciones sociales. Por ello, durante estos días los esclavos eran liberados de sus obligaciones y sus papeles a veces eran cambiados con los de sus dueños.
 

 

Las calles se adornaban y todos (ciudadanos y no ciudadanos) bailaban y cantaban al son de la música, vestidos de las formas más diversas mientras gritaban alegremente: Io Saturnalia! (‘¡Felices Saturnales!’). Día y noche las calles se llenaban de fiestas en las que la comida y el vino corrían sin cesar.
 

 

El elemento más importante de las Saturnalia eran los banquetes, celebrados tanto por la gente corriente como por las élites, donde se desarrollaban desde los intensos debates intelectuales y filosóficos hasta los chistes y adivinanzas de los ambientes más distendidos. Era tradición hacerse regalos entre familiares y a algunos les gustaba gastar bromas con ello. El Día de los Santos Inocentes (28 de diciembre) o La Fête des fous, ‘Fiesta de los locos’ (1 de abril), recoge este ambiente festivo, un día en el que se gastan bromas. La Iglesia, ante la imposibilidad de erradicar estas fiestas paganas, decidió apoderarse de ellas, poniéndoles nombres cristianos y sumándolas a su calendario. Se entretejió un mito y ambas tradiciones se fusionaron en este día. De esta forma, la tradición pagano-religiosa con tintes festivos prevalece en las bromas que se hace este día.

 

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