Para alumbrar el interior de las casas se utilizaban velas y, sobre todo, lucernas (lámparas de aceite). La lucerna es un recipiente de bronce o cerámica con el cuerpo cóncavo y achatado para contener el aceite, y con un asa en un extremo, y un pico o varios para la mecha en el otro. Estas lámparas se colocaban sobre nichos, muebles y pedestales de metal o suspendidas mediante cadenas del techo o de candelabros de metal con varios brazos. En el exterior de la casa se usaban antorchas.
Los sistemas de calefacción eran muy variados, desde el simple brasero de carbón hasta complejos sistemas de ingeniería en los baños de algunas casas.
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